Cómo afectan los problemas sexuales al descanso
Cuando hablamos de los factores que inciden en la calidad de nuestro descanso, hablamos de los ambientales (la iluminación, los ruidos), la calidad del colchón donde dormimos, la práctica de ejercicio físico, la dieta que llevamos, el alcohol que consumimos o los hábitos del sueño. Sin embargo, existen otras variables que también afectan al descanso. Por ejemplo, los problemas sexuales. Nuestra relación con el sexo puede mejorar o perjudicar nuestro estado físico y emocional. Y, por tanto, nuestra higiene del sueño.
¿Cuál es la relación entre el sexo y el descanso?
Si tuviéramos que establecer una pirámide sobre la calidad de nuestro descanso, debajo del todo, en los cimientos, deberíamos poner la calidad del colchón, de la almohada o la ambientación de nuestro dormitorio. Poco a poco, iríamos edificando el descanso perfecto, hasta llegar al punto más alto. Ahí es donde emergen otros factores que pueden resultar menos primordiales, pero que también influyen en la conciliación del sueño.
La actividad sexual y los posibles problemas derivados tienen su propia relación con la calidad de nuestro descanso. Si eliminamos las dificultades y fijamos una estampa idílica donde la pareja es capaz de practicar el sexo todas las noches, lo que nos encontraremos es una relajación plena después del orgasmo.
La práctica sexual es sinónimo de la liberación de una serie de hormonas que fomentan no solo el placer, sino también la relajación. Estas sustancias llamadas oxitocina y prolactina, inciden al sueño mientras reducen los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Pero, ¿qué ocurre cuando nuestra actividad sexual no es la idílica y algún miembro de la pareja sufre algún tipo de problema al respecto?
Existe un círculo vicioso entre la ausencia de deseo sexual y la falta de sueño. Existen estudios científicos que evidencian esta relación entre ambos aspectos de nuestra vida. Una sinergia que funciona en ambas direcciones, ya que la falta de sueño puede provocar menor apetito sexual y viceversa.
Si focalizamos por géneros, el trastorno sexual más extendido entre los hombres es el de la disfunción eréctil. Un problema común que se agrava con la edad y la entrada del varón en esa etapa de la vida influenciada por la andropausia
La impotencia masculina no solo limita y perjudica las relaciones sexuales, sino que afectan de manera psicológica a aquellos hombres que la padecen. Un trastorno que envuelve su día a día, su forma de relacionarse, su estado de ánimo y hasta la calidad de su descanso.
De alguna manera, esa disfunción eréctil se convierte en una rueda que gira constantemente y que está formada por la propia impotencia sexual y el insomnio. Las interrupciones nocturnas, los despertares o la falta de conciliación del sueño se tornan un bucle que afecta al deseo sexual. Y la falta de deseo sexual envuelve la calidad del sueño. Como puedes comprobar, los círculos viciosos son los protagonistas de la relación entre el sexo y el descanso.
Las mujeres tienen sus propios problemas sexuales que también se relacionan con la calidad del sueño. Y en cierto modo, se asemeja al bucle de insomnio y la disfunción eréctil, solo que más enfocada en el apetito sexual. Una mujer que ha descansado mal esa noche experimentará una merma en las ganas de practicar sexo durante ese día. Y si acaba padeciendo algún tipo de insomnio o trastorno del sueño, la fatiga se apoderará de ella, volviendo así a la ausencia de deseo sexual.
A nivel general, tanto las mujeres como los hombres encuentran en otros trastornos del sueño las consecuencias de sus problemas sexuales. El menor deseo sexual o la ausencia de excitación provoca una peor higiene del sueño. El resultado de todo ello es una alteración hormonal y biológica en la que el estrés, la ansiedad y el cansancio se apoderan del día a día. Por ello, debemos de poner en valor la práctica sexual (ya sea en pareja o con uno mismo) para fomentar un descanso placentero y, por ende, una salud óptima.