La cerveza antes de dormir: ese placer enmascarado

Oct 28, 2020 | ALIMENTACION, CONSEJOS, DESCANSO

El verano viene acompañado de ciertos elementos socio-culturales. Como si fuéramos los protagonistas de esos spots televisivos que muestran playas de arena blanca, agua cristalina y fiestas idílicas, solemos acompañar nuestras vacaciones de un mayor consumo de alcohol. Tomar esas últimas cervezas antes de dormir es una práctica tan extendida como el hecho de ponerse crema que sirve de protección solar. Esta costumbre impregnada a las quedadas con amigos y familiares, tiene un mayor úmero de consecuencias negativas que positivas. Sí, por un lado, nos refrescamos y disfrutamos de su sabor. Sin embargo, esa sensación somnolienta que nos entra tras tomar un par de ellas, conlleva un mayor riesgo de padecer insomnio y una mala noche de verano.

El antiguo mito sobre lo positivo de consumir cerveza: ¿realidad o ficción?

Es un debate casi tan antiguo como la propia bebida: ¿es bueno beber cerveza? ¿Tiene ventajas su consumo? ¿Cuántas calorías nos aporta beber un tercio? Preguntas típicas y recurrentes que encierran algunos estudios e investigaciones, pero muchos más chascarrillos populares.

A estas alturas, resulta bastante obvio el conocimiento de que el hecho de consumir alcohol, por muy moderada que sea su ingesta, no es lo más positivo para tu salud. Y, obviamente, a más cantidad mayor número de problemas. Los efectos que produce en tu cuerpo y mente son tantos y tan perjudiciales como para incrementar las posibilidades de enfermedades físicas, psicológicas y hasta de índole psicológico y social:

– Alta presión arterial, enfermedades cardiacas y accidentes cerebrovasculares.

– Enfermedad del hígado, cirrosis y problemas digestivos.

– Diferentes tipos de cáncer: de mama, de boca, de garganta, de esófago, de hígado o de colon.

– Demencia y otras enfermedades de salud mental como la ansiedad y la depresión y pérdida de memoria.

– Problemas en el aprendizaje.

– Problemas sociales.

– Por supuesto: alcoholismo.

¿Significa todo esto que el consumo de cerveza te va a producir todo lo relatado anteriormente? Por supuesto que no. Simplemente, hemos expuesto las consecuencias del consumo excesivo de alcohol. Y, obviamente, no conlleva lo mismo ingerir una botella de ginebra al día que un par de cervezas.

Según el Centro de Información Cerveza y Salud, consumir entre dos y tres cervezas al día puede aportar propiedades nutricionales muy válidas para el organismo: ácido fólico, proteínas, carbohidratos, minerales (fósforo, silicio, potasio y sodio), vitamina B, lúpulo (con propiedades antioxidantes que reducen el envejecimiento y hasta el riesgo cardiovascular).

Según este mismo organismo, el aporte calórico a ingerir debe variar según el tipo de cerveza que se consuma. Dependiendo de las diferentes marcas, el aporte calórico será mayor o menor, por lo que deberá oscilar entre las 45 kilocalorías por cada 100 mililitros de la cerveza tradicional y los más reducidos 17kcal/100 mil de la cerveza sin alcohol.

El consumo de cerveza y su incidencia en el sueño y el descanso

Como ya hemos comentado, solemos asociar el consumo de alcohol con el sueño. Nos ha pasado a todos. Tras tomar una copa, un par de cervezas o un vaso de vino, hemos sentido la característica modorra. Este estado de somnolencia puede llegar a incrementarse en casos de embriaguez. Por todo ello, siempre hemos relacionado de manera positiva ambos elementos. Sin embargo, la realidad nos marca otro tipo de camino.

Según varios estudios, entre ellos los realizados por la revista Alcoholism: Clinical & Experimental research o este otro realizado por la Universidad de Melbourne, el consumo de alcohol puede ayudar a dormir más rápido pero, a la larga, acaba interrumpiendo el descanso y empeorándolo.

De manera concreta, el estudio publicado por la universidad australiana (en la que se utilizaron 24 participantes de ambos sexos), detectó que el consumo de alcohol en las horas previas a dormir sí causaba un aumento inicial de la potencia delta. Es decir, las fases más relacionadas con el sueño profundo se incrementaban. Sin embargo, este dato coincidía un incremento en la actividad alfa frontal, la cual está asociada a los trastornos del sueño.

En definitiva, el consumo de alcohol acaba floreciendo la interrupción del sueño. Los resultados de ambas investigaciones determinaron que se simultaneaban sendas actividades de ondas delta y alfa, lo cual se transformaba en una reducción de la actividad reparadora del sueño NREM. Y como ya hemos aprendido, las consecuencias de una mala noche de sueño y la prolongación de este tipo de situaciones, acaban bifurcando en enfermedades físicas, amén de dolores de cabeza, problemas musculares, mal estado de ánimo, cansancio, disminución de la productividad laboral, depresión y ansiedad.