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Bostezar es uno de esos gestos universales que todos hacemos., pero que casi nunca entendemos. Y sí, lo hacemos al despertar, cuando estamos aburridos, antes de dormir e incluso cuando alguien más lo hace cerca de nosotros. Es automático, involuntario y, para muchos, hasta contagioso. Pero más allá de la curiosidad o el gesto social, ¿alguna vez te has parado a pensar por qué bostezamos?
Este artículo de Maxcolchon explora el bostezo desde una perspectiva más humana y accesible: su fisiología, su posible valor emocional, social y hasta evolutivo. Porque, aunque parezca un simple estiramiento bucal, el bostezo guarda más secretos de los que crees.
Aunque lo hacemos a diario (y la mayoría de veces sin darnos cuenta), el bostezo sigue siendo un gesto misterioso. Pero, ¿qué ocurre exactamente cuando bostezamos?
El bostezo es una respuesta natural del cuerpo, que implica una inhalación profunda de aire, una apertura amplia de la boca, seguida por una exhalación lenta. A menudo se acompaña de estiramientos musculares, lagrimeo o incluso sonidos guturales.
Bostezar es algo que hacemos desde que estamos en el vientre materno y lo seguiremos haciendo toda la vida.
Suele durar entre 4 y 6 segundos y, aunque pueda parecer una reacción simple, implica la activación de múltiples sistemas: respiratorio, muscular y neurológico. Lo interesante es que no siempre se relaciona con el sueño o el cansancio. A veces, aparece en momentos de estrés, tensión o incluso después de reír mucho.
Durante años, científicos de todo el mundo han intentado responder a la gran pregunta: ¿por qué bostezamos? Y la respuesta no es única. Existen varias teorías, cada una con su propio peso.
Una de las ideas más antiguas sobre por qué bostezamos sostiene que sirve para oxigenar el cerebro. Al abrir la boca y aspirar una gran bocanada de aire, se supone que aumentamos la cantidad de oxígeno en sangre y eliminamos dióxido de carbono. Sin embargo, algunos estudios más recientes han matizado esta visión, sugiriendo que no es tan directa como se pensaba.
Esta teoría ha ganado fuerza en la última década. Investigaciones como las del psicólogo Andrew Gallup, apuntan a que bostezar podría tener una función termorreguladora: al aspirar aire fresco, ayudamos a enfriar ligeramente el cerebro, lo que mejora el rendimiento cognitivo y el estado de alerta.
¿Te ha pasado que bostezas justo antes de una reunión importante o en una clase especialmente aburrida? Y es que el bostezo podría funcionar como una suerte de “reseteo” del cerebro. Es decir, un mecanismo de activación que nos devuelve algo de energía o atención justo cuando más lo necesitamos.
Esta es, sin duda, la teoría más fascinante. Numerosos estudios han demostrado que el bostezo es altamente contagioso y que está estrechamente vinculado a nuestra capacidad de empatía. Cuando vemos a alguien bostezar, nuestro cerebro lo imita de forma inconsciente. Se cree que esta reacción pudo haber evolucionado como una forma de sincronizar comportamientos en grupo: si uno bosteza, todos lo hacen, reforzando la cohesión social.
No todos los bostezos son iguales ni ocurren por las mismas razones. Según el contexto, pueden tener distintos significados y efectos. Incluso los animales tienen su propia forma de bostezar.
Aunque es una acción normal, un bostezo excesivo o fuera de contexto puede ser un síntoma de alerta. Trastornos del sueño como la apnea, el insomnio o la narcolepsia pueden provocar que bostecemos más de lo habitual durante el día. Y es que, también puede asociarse a migrañas, fatiga crónica o incluso a problemas cardíacos o neurológicos, como la esclerosis múltiple.
Las personas no son los únicos seres vivos en bostezar. Delfines, perros, gatos e incluso aves bostezan. Mientras que, en algunos casos como en los primates se ha observado que el bostezo podría cumplir una función jerárquica o social, en otras especies, se ha documentado el bostezo contagioso, lo que sugiere que esta conducta podría tener raíces más profundas y compartidas evolutivamente.
En el caso de los lobos y los perros, por ejemplo, se ha visto que bostezan de forma sincronizada como una manera de reforzar los vínculos del grupo. En los chimpancés, puede tener un papel tanto de comunicación como de regulación del estado emocional. Por su parte, en algunas especies de aves, se ha planteado que el bostezo ayuda a liberar la tensión después de una situación de alerta.
Además, hay animales marinos como los peces que también exhiben comportamientos similares al bostezo, aunque su función aún se está investigando. En conjunto, estos ejemplos refuerzan la idea de que el bostezo no es solo un reflejo humano, es más bien una expresión compleja de la vida social y fisiológica del reino animal.
Entonces, ¿por qué bostezamos? Como ya hemos visto en este artículo de Maxcolchon, la respuesta no es única, pero sí fascinante. Lo que comenzó como un reflejo fisiológico ha evolucionado hasta convertirse en una herramienta social, emocional y hasta cognitiva. Nos conecta con los demás, regula nuestra atención, nos enfría el cerebro y nos recuerda que algo necesita reajustarse.
Bostezar no es sinónimo de aburrimiento. Es una respuesta sofisticada del cuerpo que, aunque a menudo pase desapercibida, cumple funciones tan sutiles como poderosas.
Lo curioso es que sigue habiendo misterio. La ciencia ha avanzado, pero el bostezo aún guarda secretos: ¿por qué es contagioso? ¿Por qué bostezamos antes de actuar o hablar en público? ¿Tiene un componente emocional más profundo del que creemos? Lo que está claro es que no es una simple señal de sueño: es una forma más de que nuestro cuerpo se exprese, y entenderlo es una forma más de conocernos.
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