Cuando se inventó el colchón

Feb 5, 2020 | CURIOSIDADES

Lo consideramos algo tan familiar y casi innato al ser humano que ni nos preguntamos cuándo empezamos a dormir en una cama. El origen del colchón, aunque te pueda parecer sorprendente, es algo relativamente cercano si nos ceñimos a la versión con muelles. Prototipos más rudimentarios, ingeniosos y afines a su época nos pueden transportar a civilizaciones tan fascinantes como la egipcia, al antiguo Imperio Romano o incluso a la prehistoria.

Que le demos más impacto mediático a Internet, los aviones o las cámaras de fotos, no es óbice para que a veces no podamos darle una merecida ventana a los orígenes de productos que nos facilitan la vida como lo que más. Y ahí entra el colchón, uno de esos inventos que carecen de la mística y relato de los avances tecnológicos anteriormente señalados.

De hojas forradas con pieles en el Neolítico al colchón viscoelástico de la actualidad

Aunque el concepto del colchón moderno (el que está relleno) viene de los persas, ya en el Neolítico los primeros seres humanos comenzaron a dormir sobre unas versiones rudimentarias construidas con hojas o hierba que forraban con pieles de animales o paja. Estas camas fueron la continuación lógica al hecho de dormir sobre el suelo. Cuando la evolución sofisticó a los habitantes de esta Edad de Piedra y la suciedad o los bichos comenzaron a influir en su descanso, fue cuando inventaron estas primeras versiones de colchones.

Tras estos arquetipos rupestres, el gran salto llegó con las grandes y primigenias civilizaciones. En torno al año 3600 antes de Cristo, en Persia inventaron el colchón de agua. Básicamente consistía en rellenar de líquido las fundas que construían con pieles de cabra. Un par de siglos después, el Antiguo Egipto es testigo de un tipo de colchón confeccionado a base de hojas de palmera apiladas. Los romanos, por su parte, idearon un gran avance consistente en rellenar bolsas de tela con lana, heno, juncos o plumas.

Con la llegada del Renacentismo y la consolidación de las clases sociales, el colchón se divide en dos categorías: para los ricos o para los pobres. Mientras los más pudientes descansaban sobre sedas o terciopelo, las clases bajas formadas en su mayoría por labradores, dormían con prototipos que parecían más bien sacados de siglos anteriores.

Otro punto de inflexión se originó durante los siglos XVI y XVII. Es cuando se inventa el somier (o al menos su concepto) con la utilización de una red de cuerda entre un marco de madera. Paralelamente, los países más top como Francia e Inglaterra comienzan a usar los colchones de aire. Ya en el XVIII aparecen los cubrecolchones fabricados con lino o algodón, el colchón también es manufacturado con lana y se emplean rellenos con diferentes elementos naturales: pelo de caballo, fibra de coco, el mencionado algodón o plumas. También aparece otra revolución más asociada a la higiene gracias al hecho de dejar un lado abierto o abotonado que permitía poder airear el colchón o cambiar los materiales.

Llegamos al siglo XIX, concretamente a 1865 y surge la versión que mejor ha sobrevivido en la historia. El alemán Heinrich Westphal inventa el muelle helicoidal de acero que da paso a los colchones de muelle. Rápidamente se va evolucionando y en 1873 se introducen las camas de agua diseñadas por Neil Arnott en el hospital de San Bartolomé de Inglaterra. Habían nacido el primer colchón antiescaras. El famoso establecimiento comercial Harrod´s comienza a comercializar este tipo de camas de agua y con ello llegamos al siglo XX.

Como ocurre en tantos otros ámbitos, la época contemporánea es testigo de una mayor evolución. Si ya en 1900 James Marshall inventa los saquitos de tela para mitigar el ruido que provocaban los colchones de muelles, en 1930 aparecen tanto el látex como las fibras artificiales.

Si tras la II Guerra Mundial se introdujeron los futones en occidente y en 1950 aparecieron los primeros colchones de espuma, en la década de los sesenta apareció el vinilo, lo que concluyó en una gran mejora en las camas de agua. Ya en los 80 aparecieron las camas de aire y en 1992 la gran revolución: la empresa Tempur-Pedic lanza los colchones de espuma viscoelástica con memoria aprovechando un invento desarrollado en su origen por la NASA.